WORKS

“Dialogue and listening”



Imma Prieto
Barcelona. 2016

EN ES

Dialogue and listening

These days in which people talk, listen and think around the concept of democracy, perhaps like it has not been done for a while; it is good to vindicate the character which, somehow, sets what is considered the foundation texts of Western thought.

Assuming that in the so-called Greek democracies the voice was the right of only a few, it is important to recall how the Platonic texts are constructed from a very concrete way of writing. It is a writing profoundly based in dialogue. It is a dialogue that comes from the profound auscultation to lay the foundations and build ideas: Ideas that creates bridges between different subjects.

To understand dialogue as a form of knowledge is to assume that listening to the other is a major demand. And, from there, to offer a reply which contain that otherness. Dialogue evolves into a supreme form of thought. It presents itself, among all, as an encounter in which, through language, it is united and regenerated.

Only when language is established from an exchange of voices, we find dialogue as a structure that allows coming closer to the other from will to knowledge. It is knowledge based in the certainty of the construction of democratic spaces that reflect a plurality of voices and sensitivities.

Casually or not, these days our political reality seems to need, more than ever, to approach dialogue as a structure. As a constructive necessity and not a destructive one. Months of dispute precede us in which, despite witnessing debates and replies, the absence of listening prevails. It is a reality that demands, above political slogans, the necessity to engage in dialogue with the other.

Then, we find flashes, at first they seem alien to certain realities that allow us to think about how gestures as signs of time emerge from other languages. This suggests the generous collaboration between Peter Halley (New York, 1953) and Yago Hortal (Barcelona, 1983) following the latest joint project that they present in Barcelona. We are not talking about a simplistic collaboration, nor of an intervention in which one or the other imposes its beliefs or proposals. As the title announces, Halley meets Hortal, what we find is an encounter. Halley and Hortal meet, indistinctly. Both start from a willingness to link views and structures. Halley and Hortal engage in dialogue.

Instead of turning into a proposition that dilutes both individualities, the result becomes a generator for creating a new space in which both identities remain intact. I have not been able to stop reading their collaborative action as a metaphor for the current times. It is a visionary gesture that, in some way, marks the road to follow. Without messianic pretensions. On the contrary: the calmed simplicity of accepting a shared plastic interpretation, allows them to speak to each other, and most importantly, with each other.

The encounter of both creators becomes a sign of our contemporaneity. It presents itself as a required gesture in politics and the social fields. The work they present is the result of a loquacious dialogue, based on respect and rigidity. To think of both artists’ work in an individual way also also stopping to observe and thinktowardsthe present. Overcoming issues of formalist sieve, what underlies in one practice and another points towards a space that becomes a metaphor of the present. From the abstraction that demands the fact of taking a plastic composition as an image of a specific time, we enter languages that, even when presenting themselves as distant, resolve and construct visual structures that compose realities.

Halley’s painting shows us structures overcoming labels that confine gestures inside a historiography beyond defining his work in a neo-conceptual or geometric abstraction’s aesthetic. Structures composed from geometric elements wanting to communicate, his compositions become a sort of short story of the internal infrastructure that our system hides. It is as if we enter the insides of the world and are shown how it works. Multiple communicating vessels between elements of different nature. Then, the chromatic to accentuate differences and intensities. His painting, always from a brushstroke close to abstraction understood as a gesture and action, decodes the operation. Again and again it reminds us of the structure through which society is composed. Halley’s language returns us to the world. His gaze tracks our reality to return us its structure.

From another intensity, Hortal also biases(sesga) time. To stand before his compositions demands silence, the noise lies before us. Hortal explodes structures through savage colours. It is a sort of controlled chaos. It featuresand allows without losing control. Each of his works could be a satellite view of the world we know. How would the recording of an instant be that captures everything that the world generates? Hortal listens and translates through colour. If Halley goes after internal structures and mechanisms by which he decodes the space that welcomes us, Hortal translates the voices that emerge from said space.

The dialogue of both is not only a symbiosis that, as a metaphor, allows us to think the present for the sake of being able to dialogue. It is also a kind of allegory about what language generates and how is generated in our society.

Imma Prieto, Barcelona 2016


Diálogo y escucha

En estos días en los que a diario se habla, se escucha y se piensa, quizá como hacía tiempo no se hacía, en torno al concepto democracia, no está demás reivindicar el carácter que, de algún modo, marcó a lo que se consideran textos fundacionales del pensamiento occidental.

Asumiendo que en las llamadas democracias griegas la voz era solo derecho de unos pocos, es importante rememorar cómo los textos platónicos se construyen a partir de una forma de escritura muy concreta. Una escritura fundamentada en el diálogo. Diálogo que parte de una auscultación profunda para poder asentar bases y construir ideas. Ideas que trazan puentes entre sujetos distintos. Entender el diálogo como forma de conocimiento es asumir como exigencia de primer orden la escucha del otro. Y, desde ahí, devolver réplicas que contienen a esa otredad. El diálogo se erige como forma suprema del pensamiento. Se presenta, sobretodo, como un encuentro en el que a través del lenguaje, se une y se genera.

Solo cuando el lenguaje se establece a partir de un intercambio de voces encontramos el diálogo como estructura que permite acercarse al otro a partir de una voluntad de conocimiento. Conocimiento asentado en la certeza de la construcción de espacios democráticos que reflejan una pluralidad de voces y sensibilidades.

Casualmente o no, en estos días nuestra realidad política parece necesitar más que nunca la necesidad de acercarse al diálogo como estructura. Como necesidad constructora y no destructora. Nos preceden meses de disputas en los que a pesar de presenciar debates y réplicas, impera la ausencia de escucha. Una realidad que exige por encima de insignias políticas, la necesidad de dialogar con el otro.

Luego, encontramos destellos, en principio ajenos a ciertas realidades, que nos permiten pensar en cómo desde otros lenguajes despuntan gestos que devienen signos del tiempo. Algo así permite pensar la generosa colaboración que han llevado a cabo Peter Halley (Nueva York, 1953) y Yago Hortal (Barcelona, 1983) a raíz del último proyecto que presentan conjuntamente en Barcelona. No hablamos de una colaboración simplista. Tampoco de una intervención en la que uno u otro se impone en creencias o proposiciones. Tal y como anuncia el título del proyecto, Halley meets Hortal, lo que hayamos es un encuentro. Halley y Hortal se encuentran, indistintamente. Ambos parten de una predisposición a enlazar posiciones y estructuras. Halley y Hortal dialogan.

El resultado más que acercarse a una propuesta que disuelve a ambos, se desvela como gesto generador de un nuevo espacio en el que ambas individualidades se mantienen unidas.

No he podido dejar de leer la acción de su colaboración como metáfora de un tiempo actual. Gesto visionario que marca de algún modo la ruta a seguir. Sin pretensiones mesiánicas, al contrario. Desde la sencillez y la calma de aceptar una reflexión plástica conjunta, de permitirse un pensar al otro y, lo más importante, con el otro.

El encuentro de ambos creadores deviene signo de nuestra contemporaneidad, se presenta y se presta como gesto requerido en el ámbito de la política y de lo social.

El trabajo que presentan es pues el resultado de un diálogo locuaz, asentado en el respeto y el rigor.

Pensar de forma individual el trabajo de ambos es también detenerse a observar y reflexionar en torno al presente. Superando cuestiones de tamiz formalista, lo que subyace en una práctica y en otra apunta hacia un espacio que deviene metáfora del presente. Desde la abstracción que exige el hecho de tomar una composición plástica como imagen de un tiempo, nos adentramos en lenguajes que aún presentándose distantes, resuelven y construyen estructuras visuales que componen realidades.

La pintura de Halley, superando etiquetas que encorsetan gestos dentro una historiografía, es decir, más allá de delimitar su trabajo en una estética neo-conceptual o de abstracción geométrica, nos muestra estructuras. Estructuras que se componen a partir de elementos geométricos que buscan comunicarse. Sus composiciones vienen a ser como una especie de micro-relato de la infraestructura interna que esconde nuestro sistema. Como si nos adentráramos en las vísceras del mundo y mostrásemos cómo funciona. Múltiples vasos comunicantes entre elementos de distinta índole. Luego, lo cromático para acentuar diferencias e intensidades. Su pintura, siempre desde una pincelada cercana a la abstracción entendida como gesto y acción, descodifica el funcionamiento. Una y otra vez nos remite a la estructura mediante la que se compone la sociedad. El lenguaje de Halley nos devuelve al mundo. Su mirada rastrea en nuestra realidad para devolvernos su estructura.

Desde otra intensidad, Hortal sesga también el tiempo. Detenerse antes sus composiciones exige silencio, el ruido yace delante. Hortal explosiona estructuras mediante cromáticas salvajes. Una especie de caos controlado. Dispone y permite sin perder el control. Cada una de sus obras puede ser una vista satélite del mundo que conocemos. ¿cómo sería la grabación de un instante que capte todo lo que genera el mundo? Hortal escucha y traduce mediante el color.

Si Halley va en busca de estructuras internas y de mecanismos mediante los que descodificar el espacio que nos acoge, Hortal traduce las voces que emergen de dicho espacio.

El diálogo de ambos no es solo una simbiosis que a modo de metáfora nos permite pensar el presente por el mero hecho de ser capaces de dialogar, sino que también es una especie de alegoría acerca de lo que genera y cómo se genera el lenguaje en nuestra sociedad.

Imma Prieto, Barcelona 2016